La Educación Ambiental, Constructora de Sociedad Civil
ANTE EL DÍA MUNDIAL DE LA EDUCACIÓN AMBIENTAL
Federico Velázquez de Castro González
Se olvida con frecuencia que de las dos palabras que constituyen el término, la que lo
define es el sustantivo: educación. Por ello, cuando se realiza educación ambiental se
pretende extraer lo mejor del otro –educere- es decir, valores y comportamientos llamados a
convertirse en virtudes, entre las que figura de manera destacada la responsabilidad; y es que
educar es fomentar el crecimiento en responsabilidad, haciéndose cargo de lo que nos rodea y
asumiendo que todo me concierne, nada de lo vivo me es ajeno.
Valores no inferiores son el respeto (extendido a todas las formas de vida), la
sencillez, la gratitud, la solidaridad, el compromiso…, a través de los cuales se va
construyendo un nuevo ser humano, alejado de la indiferencia y el adocenamiento
consumista. La emergencia de los valores ambientales debe acogerse con la alegría de haber
descubierto nuevos hábitos, superadores de los convencionales, que darán sentido a las vidas
de muchas personas y ayudarán a proteger el planeta.
Pero la educación ambiental no busca solo el cambio personal, también el
comunitario. Por ello sabe que la acción individual, aun siendo importante, no basta y que se
precisa fomentar competencias y habilidades para intervenir en la vida pública. Así,
integrarse en organizaciones que trabajen por la sostenibilidad y la justicia, en cualquiera de
sus formas, es hoy una tarea esencial: los valores se comparten, se diseñan planes a futuro, se
sensibiliza a la ciudadanía, se llega con más facilidad a la población, se presiona a las
entidades políticas. Todo lo cual es consecuencia del compromiso comunitario, que debe
reforzar el personal estableciendo un equilibrio entre lo individual y lo colectivo.
Para una sociedad civil fuerte, el voluntariado no basta. El voluntario es una figura
posmoderna que, salvo momentos puntuales en los que resulta útil, hunde las organizaciones;
en ellas se necesitan personas con compromiso, capaces de compartir recursos, tiempo y vida
en proyectos de largo alcance, personas comprometidas, militantes. Porque el voluntario
ejecuta lo que el staff decide, mientras que el socio, miembro o militante participa en todo un
proceso: proponiendo, planificando, debatiendo, ejecutando y evaluando, además de fomentar
la democracia interna eligiendo y siendo elegido. Es así como las personas se forman y
crecen, además de aprender otras habilidades que solo el paso por una organización garantiza.
En síntesis, la sociedad civil se constituye y se fortalece a través de
organizaciones/asociaciones que aportan permanencia y vida interna, además de favorecer la
formación de sus integrantes y de animarles a la toma de responsabilidades colectivas.
Así es como las sociedades se educan y educan, a su vez, a la población. Una
educación que prepara para ir siempre más lejos, persiguiendo mayores niveles de justicia y
equilibrio con el planeta. Sociedades más fuertes ejercerán de contrapeso a los poderes
económicos y políticos, teniendo capacidad de respuesta frente a medidas arbitrarias.
Para que el siglo XXI lo sea de la gente (y no tanto de los Estados o de instituciones
supranacionales) deben ir combinándose los cambios personales y la participación social. Y
la Naturaleza, tantas veces ausente o simple decorado, constituirá ahora un elemento
protagonista, generador de valor, asombro y respeto. Educación, participación y naturaleza
están llamados a ser los pilares del futuro sostenible que cada vez más se precisa.
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