EDUCACIÓN AMBIENTAL: VALORES PARA UNA NUEVA ETAPA

La progresiva desescalada y el alejamiento de los momentos más críticos de la pandemia está generando salidas masivas, con la vista puesta en la gran desbandada estival. Es comprensible, y hasta saludable, aunque sin olvidar que el movimiento desenfrenado hacia “el exterior”, sea a través de las abarrotadas calles comerciales como en los resorts y cruceros de las vacaciones consumistas, han provocado buena parte de los daños ambientales que conocemos. Detrás está siempre el consumo de energía, con sus emisiones modificadoras del clima, en las que destacan las 417 partes por millón de dióxido de carbono (nunca alcanzada en la historia de la humanidad) registradas en mayo de 2021.

Dada la creciente población del planeta, que ha superado los 7.800 millones de personas, la única vía para que todos podamos gozar de un nivel de vida digno es conteniendo la demanda de recursos. Ciertamente, las energías renovables avanzan, pero las fósiles también, y para apuntar hacia un nuevo modelo –viviendas eficientes, movilidad sostenible, dietas saludables, consumo limitado- se necesita vivir con nuevos valores que compensen lo exterior con las virtudes del ser, conduciendo a un estilo de vida más reflexivo, sosegado, crítico, solidario, responsable y compasivo.

Para que la explosiva búsqueda de ocio -terrazas y playas- se equilibre con la de ateneos, tertulias, lecturas, arte o naturaleza, debe producirse un cambio, que la educación puede generar: niños y adultos precisan nuevas visiones que aporten ideales y esperanza a una sociedad adolescente, entretenida y materializada. La educación ambiental, en todos los sectores y para todas las edades, sigue constituyendo una herramienta imprescindible dentro de una estrategia global donde todos los agentes son necesarios para un tiempo que cada año se acorta y en donde la determinación y el compromiso son ya los valores más urgentes.